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EL BLOG DE UN LIBERTARIO

EL JUEGO DEL GORRÓN

El Premio Nobel de Matemáticas ha reconocido este año la contribución del creador de la Teoría de Juegos a la comprensión del mundo contemporáneo. Me parece que uno de los aspectos de esta Teoría es perfectamente aplicable a uno de los actores de la política española de ahora mismo, concretamente (¿lo adivinan?) al Partido Popular.

Uno de los arquetipos con los que la Teoría de Juegos categoriza la actitud de los actores en un proceso de resolución de conflictos es el del free-rider (gorrón). El gorrón es aquel personaje que, en un intercambio de informaciones tendentes a la superación de un problema, se mantiene a una prudente distancia, se abstiene de mostrar las cartas pero, en el momento en que se alcanza un punto de acuerdo, se sube al carro del vencedor y trata de sacar el máximo partido de la situación creada. Este tipo de conducta, muy conocida en el país de gregarios donde nos ha tocado vivir, se resume en la castiza expresión: nadar y guardar la ropa. Su máxima es la siguiente: máximo beneficio con el mínimo coste, que trabajen los demás.

¿No les suena todo esto? A mí, sí. Concretamente, en el proceso de reformas de la organización territorial que han propuesto Zapatero y el PSOE, el Partido Popular asume sin problemas el papel del gorrón: rechaza cualquier tipo de riesgo, se margina del debate, pero deja claro que cualquier innovación en dicha materia contará con su aquiescencia automática. ¿Qué es, si no, la malhadada cláusula Camps? Pues admitir que la derecha no quiere cambiar nada y endosar el muerto de las transformaciones al enemigo, de modo que, si éste fracasa, ella se reserva el comodín de la crítica inmisericorde, pero si triunfa, ella quiere lo mismo para sí. El epíteto moral que atribuyo a este comportamiento no puede ser otro que el de cobarde.

Claro que, repasando la historia de la democracia española, la derecha siempre ha actuado así: lo hizo con la Constitución, con el aborto, con el divorcio... y lo hará con las bodas gays y la reforma territorial. Visto lo visto, recobra todo su sentido hablar de nuevo en términos de progreso y reacción: progresista sería aquel que arriesga para vencer y reaccionario, quien sólo se apunta al triunfo si el trabajo sucio se lo hacen los demás. Lo dicho: vil y mezquino, el juego del gorrón.

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