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EL BLOG DE UN LIBERTARIO

POR UNA ÉTICA LAICA

¿Ha sido incapaz la ética laica, desarrollada en Europa a partir de la Ilustración, de sustituir y desplazar eficazmente a la moral religiosa como marco regulador de la convivencia ciudadana?

No, según los participantes en una mesa redonda (calificarla de “debate” resultaría excesivo, ya que todos pensaban lo mismo: la discrepancia había sido excluida premeditadamente del programa) emitida por Popular TV el pasado domingo, por cierto, justo después de la emisión de la Santa Misa. 

Versaba esta mesa redonda sobre el “neoconservadurismo” que triunfa actualmente en los Estados Unidos, y que la FAES de José María Aznar está tratando de importar (con calzador) a suelo patrio. En ella, y frente a la ética secularizada de los países europeos, se loaba la imbricación entre republicanismo y religión impulsada por los norteamericanos. Aún más, en un súbito arranque de entusiasmo, uno de los contertulios llegó a afirmar que “resulta impensable un Estado libre y republicano sin contar con la religión”. Nada menos.

¿Es así, efectivamente? ¿Tienen los Estados Unidos, entregados a un fundamentalismo cristiano pimpante, algo que enseñar a la Europa laica y socialdemócrata?

Voy a abstenerme de entrar en disquisiciones político-teológicas: me ciño, como gusta al pragmatismo atlantista, a los resultados. Así:

a) en los EE.UU, país pío y devoto, es legal que el Estado (¡ese monstruo estigmatizado por los neoliberales!) disponga de la vida de las personas, es decir, puede ordenar la ejecución de un delincuente; en la laica Europa, ello no es posible, en aras al principio “sagrado” del respeto a la vida individual.

b) en los EE.UU, nación que implora su bendición al Altísimo un día sí y otro también, se promueve la invasión cruenta de países extranjeros en contra de la legalidad internacional, mientras que la demoníaca Europa se opone (con la excepción de la anglosajona Gran Bretaña, otra que tal canta) a cualquier medida bélica y violenta que no cuente con el amparo de las disposiciones normativas vigentes.

c) en los beatos EE.UU., se practica la tortura, se encarcela a las personas sin garantías procesales, se venden armas a los particulares, se intervienen las comunicaciones privadas, se viola la presunción de inocencia; en la Europa entregada al Maligno, es delito vulnerar la dignidad individual en aras de un concepto abstracto de “seguridad” que promueve, paradójicamente, la mayor inseguridad jurídica.

d) las autoridades republicanas que gobiernan los Estados Teológicos de América se niegan a admitir la existencia misma de un Tribunal Penal Internacional que detecte, persiga y sancione las violaciones de los derechos humanos, mientras que la Profana Europa considera que éste instrumento legal aseguraría que ningún abuso de poder quedase impune;

e) en numerosos estados de Norteamérica, patria adoptiva de cuáqueros y puritanos, se persigue y se condena la homosexualidad (conculcando el derecho individual a elegir la propia vida afectiva); en Europa, de la que salieron huyendo toda suerte de fanáticos religiosos en busca de tierras más hospitalarias, hombre y mujer son libres de acostarse con quienes deseen, sin tener que rendir cuentas a ningún tribunal que censure sus conductas amatorias —siempre que se realicen entre adultos y sin coacción por medio.

f) a pesar de ser el mayor contaminador del mundo, la América que Dios bendice (o eso dice ella) se niega a suscribir el Acuerdo de Kyoto para reducir la emisiones de gases con efecto invernadero, poniendo en peligro el futuro de la especie; por su parte, la Europa a la que ampara el Ángel Caído se esmera en proteger el medio ambiente aun a costa de un crecimiento económico menor.

g) en los cristianísimos EE.UU, las leyes del mercado redundan en una salvaje desigualdad social entre los ciudadanos, de manera que conviven multimillonarios con personas carentes de todo techo, sin que las bíblicas conciencias de los primeros se vean agitadas; en la descreída Europa, el luciferino Estado social trata de atenuar en lo posible los perniciosos efectos del capitalismo, a través de políticas que fomenten la cohesión y el reparto de la riqueza.

En resumen, con los resultados en la mano, es imposible propugnar la “superioridad moral” de los neoconservadores Estados Unidos (violentos, belicosos e injustos) frente a la laica Europa (pacífica, legal y solidaria). Afirmar lo contrario sólo se puede hacer, bien desde la ignorancia, bien desde la mala fe… cristiana, por supuesto.

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