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EL BLOG DE UN LIBERTARIO

TENGO MIEDO

Dijo ayer el arzobispo Carles que los cristianos tienen miedo. Es normal. El buen cristiano debe tenerlo. Pero no de sus conciudadanos, que no otra cosa practican que la tolerancia y el libre ejercicio de las libertades, sino de Dios.

Acudo a la Sagrada Escritura para documentarme. Lo primero que encuentro son las siguientes palabras: “Principio de la sabiduría es temer al Señor” (Si, 1, 14). Y también: “El temor de Yahvé es el principio de la ciencia” (Pr 1, 7). El temor de Dios, la certidumbre de su omnipotencia, nos da la justa medida de nuestra propia incapacidad de disponer de nosotros mismos. Sí: el creyente en el Dios de los judíos y de los cristianos tiene que tener miedo: es parte de su fe y síntoma de su convicción.

Continúo buscando y doy con el siguiente párrafo. “He oído y mis entrañas se estremecen, a esa voz [la de Yahvé ] titubean mis labios, penetra la caries en mis huesos y tiemblan mis pasos” (Ha, 3, 16). Ante la percepción de la inmensa fuerza de Dios, el creyente se siente desbordado y, como lógica reacción, le embarga el pánico.

Sigo buceando en la Biblia, libro de libros. Encuentro entre los Salmos la siguiente frase dirigida al Supremo: “Por tu terror tiembla mi carne, de tus juicios tengo miedo”. Claro, ya lo decía yo: creer es saber que se es débil, y que se está expuesto. Uno cree porque conoce su vulnerabilidad, pero la propia creencia, al instaurar una instancia infinitamente superior al creyente, también inaugura un tiempo de precaridad. Tener fe implica, a un tiempo, el temer y el saber que no hay nada que temer (porque lo que nos amenaza cobija lo que nos salva, como más o menos dijo Hölderlin).

Así las cosas, y si el temor de Dios es piedra basal del cristianismo, ¿por qué se quejaba el arzobispo Carles de que los creyentes tengan miedo? Debería felicitarse por ello.

Claro que, en realidad, Carles no estaba hablando de eso. Es más: hace ya mucho tiempo que ni los obispos ni el propio Papa de Roma (¿acaso no dijo Ratzinger que Juan Pablo II se le había aparecido para advertirle de que “no tuviera miedo”?) no hablan en términos sagrados, sino en clave profana. A lo que se refiere Carles, tirando la piedra y escondiendo la mano, es a un miedo espurio: social, callejero, pedrestre. Miedo a confesarse cristiano por miedo... ¿a qué? ¿A ser quemado en un pira, como hizo la Iglesia Católica con su Santa Inquisición? ¿A perder todos los derechos sociales, tal y como sucedió durante el franquismo?

No lo sé. En cualquier caso, que Carles hablase del miedo en abstracto para referirse, no al temor de Dios, sino a la inhibición de los creyentes, nos da la medida del estado en que se encuentra la jerarquía eclesiástica: a la defensiva en términos pastorales, y a la ofensiva en clave mediática.

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