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EL BLOG DE UN LIBERTARIO

ASUMIR LA REALIDAD

En unas recientes declaraciones publicadas por la prensa, la presidenta de Los Verdes destacaba que el proceso de regularización de inmigrantes que acaba de concluir en España mostraba una envidiable “capacidad de asumir realidad”. Me parece una reflexión interesante.

La regularización de inmigrantes ilegales implica que la Administración acepta un hecho y trata de extraerle el máximo partido en beneficio de todos: lo contrario, además de ilegal y poco práctico, habría supuesto una crasa hipocresía por parte de los tutores de la ley y el orden.

Pero es que, bien mirado, esa hipocresía es consustancial a cierta ideología, llámenla conservadora o reaccionaria. Veamos unos ejemplos:

- el adulterio, cristalizado en la figura de “la querida”, coexistió durante décadas con la respetadísima institución del matrimonio convencional, a la cual en último término brindaba un eficaz mecanismo de refuerzo;

- la prostitución, que se ejercía en esos espacios cínicamente intitulados “casas de tolerancia”, servía de válvula de escape para una sociedad represora (en teoría) de los instintos sexuales, a los que así saba salida (en la práctica);

- la bastardía, ominosa categoría con la que se condenaba a los molestos frutos de los “deslices extramatrimoniales” al limbo de la inexistencia oficial, daba forma y sustancia a uno de los más clamorosos escándalos de la civilización burguesa y puritana: la discriminación por razón de cama;

- la violencia conyugal (por no llamarla sexual) se ocultaba bajo la alfombra de una apariencia intachable, a despecho de su extensión e intensidad, de modo que ahora creemos que ha aumentado un fenómeno que, simple y llanamente, se reconoce con mayor valentía y determinación.

En todos los casos, la desviación de una norma rígida e implacable, la de una sociedad clasista, sexista y homófoba, debía ser silenciada para no sufrir el escarnio público. La consigna era: lo que no se sabe, lo que no se admite, no existe en realidad.

Ahora bien, ¿no es esa la pauta que siguen, aún hoy, los adalides de la derecha? Cuando Aznar, arrinconado por Gaspar Llamazares, se niega a admitir en la Comisión del 11-M el menor error en la prevención del atentado, ¿no está aplicando el mismo principio: lo que no asumo, no me ha pasado? Cuando Ángel Acebes se opone ruidosamente a la regularización de los inmigrantes ilegales, ¿no sigue el mismo camino: si no les doy papeles, es que no están... aunque les sigamos explotando?

Esta desviación psíquica, denominada “neurosis” por el psicoanálisis, presta al individuo una salida compensatoria para escapar simbólicamente de una situación real que le oprime.

Ahora bien, la hipocresía, que en una sociedad cerrada y opaca como la burguesa servía como dispositivo de control moral, ¿es plausible en un marco democrático, abierto y transparente? ¿Es viable, en la época de la generalización universal de los medios de comunicación (incluido ese desenmascarador justiciero que es internet), trabajar en mantener una fachada impoluta, cuando las cloacas están llenas de heces?

No. La democracia exige claridad, honestidad y franqueza. Quien se miente a sí mismo, fracasa; y quien miente a los demás, lo acaba pagando. Aceptar la realidad tal como es parece ser, ya, el único modo de transformarla. La vía de la hipocresía sólo conduce al solipsismo, el monólogo y la locura.

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